Hay periodos en la vida en los cuales hay una serie de eventos que van acumulando momento emocional en la conciencia de la persona. Una sucesión aparentemente independiente de situaciones, la cual se puede unir perfectamente en base a una sola idea manifestada en la habilidad de encontrar significado embedido en la experiencia. En la mía, el significado de la vida es encontrar significado a la vida, y de nuevo es un covenante el cuál solamente puedo esperar que se cumpla sobre mi persona.
¿Qué es lo que nos mueve? En lo personal, detesto vivir sintiendo que soy solamente un espectador en toda esta red de existires. Me aterra saber que en todo momento hay alguien sintiendo el conocimiento en movimiento y yo no pueda sentir esa locomoción. Desde la idea hermosa de poder inspirar a alguien hasta poder involucrarse en la experiencia metafísica de la frontera entre la espiritualidad y la ciencia, en todas he intentado buscar aprendizaje, de cada una he intentado concebir una escarificación, ya que me niego a aceptar que la tangente de lo mundano sea solamente un mito.
Quizás es por eso que soy como soy, quizás es por eso que hago lo que hago. Pero después de hacer algo fuera de lo ordinario, el universo marca de nuevo una serie de coordenadas que apuntan a lo fútil. Repetir una serie de sensaciones para darnos cuenta que el significado que creíamos haber digerido en el pasado no era más que el sueño idealista de nuestra juventud.
Al final, en la percepción optimista de las cosas, podemos reconfortarnos con el saber que aprenderemos con la experiencia, pero la invariable realidad nos ha enseñado cada vez que el aprendizaje no es sintetizado hasta tiempo después (si es que en algún momento se procesa), y que así será, por que el razonamiento empírico no nos permite ver más allá de lo incomprensible; nuestra relación con los sentimientos. La metafísica asociada a la lógica, la eterna pelea entre el corazón y la razón.
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