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Jul 2, 2012

Las Siete Etapas del Duelo Post-Electoral

Son muy conocidas las siete etapas del duelo: Shock, negación, coraje, culpa, tristeza, miedo y aceptación. Hasta ahora he pasado por las primeras seis, pero algo tenebroso ocurre con la última. La palabra “aceptación” tiene diferentes connotaciones, el significado más usado tiene una correlación alta con la conformidad.

Estos meses han sido desgastantes para todos, prácticamente nuestros grupos sociales quedaron divididos justo por el centro de nuestra postura política. Hoy algunos cuantos podrán estar felices con el resultado de la elección, malo es que nunca pude tener una discusión con alguno de ellos. Ningún Priísta se acercó a comentarme sobre “lo bueno” de tener a Peña Nieto como presidente.

Después de las elecciones, mil pensamientos pasaron por mi mente, todos guiados por el coraje de la ventaja porcentual del PRI. Estuvieron los descalificatorios a los panistas: “Si en elecciones pasadas a ustedes se les dio el voto útil a favor de sus candidatos, en específico sobre el régimen Priísta (Fox vs Labastida) y el supuesto peligro a México (Calderón vs AMLO), ¿Por qué no nos ayudaron ésta vez contra lo que estábamos de acuerdo era la peor opción?”, “¿Por qué fueron tan ‘tibios’ como para no votar por Obrador?” No, Andrés Manuel no representa una opción disparatada y caótica. No sirve de nada cambiarles la opinión ahora, pero tampoco sirve de nada echarles la culpa a ustedes. Obviamente no la es. De hecho ni siquiera debería usar la palabra “panista”, ni siquiera deberíamos seccionarnos por partido político, pero bueno…

Después también pensé “Gracias, gente que anuló su voto. El simbolismo que otorga el voto nulo ante una elección en donde ya había un sesgo, seguramente era tan valioso como para no usarlo como una herramienta política de un cambio”. No, tampoco puedo quejarme con ustedes.

Podemos luchar por las irregularidades en el proceso electoral, pero el error verdadero no está ahí. No nos arrojemos culpas. La razón por las cuales el PRI ganó fue la descalificación que nos dimos unos a otros. La única reflexión que persiste en mi mente es el “¿Qué más pude haber hecho en esta elección?”

Es difícil hacer un argumento social sin caer en contradicciones, sobre todo si ahora mismo mi único motor político es lo que estoy sintiendo en estos momentos, así que permítanme explicarme de la única forma que conozco:

Las razones por las cuáles mi voto fue por Obrador fueron en principio por un argumento muy simple “quejarse sobre el gobierno es un indicador de la falta de alternancia política”. Como muchos otros, no estuve muy feliz por el hecho de que Ebrard quedó de lado en la elección, sin embargo me di cuenta de que eso no era del todo malo. No estaba de acuerdo en todas las propuestas de Obrador, pero había cuestiones clave en torno a materia social que me parecieron completamente acertadas y que son necesarias. Al final, el reflejo de un gabinete representaba un proyecto de nación que ya estaba construido. Se me fijó la idea de que cualquier otro estaría armando las cosas al “ahí se va”, creando y postulando cualquier cosa sin la gente necesaria para llevar de la mano al país. No, no vi nunca a Obrador como el menos peor. Obrador es mi candidato.

Lo digo porque, al final, en materia de propuestas, sí estaba alineado más con él. De hecho me asustaba un poco el hecho de que estaba más afín en cuestión de propuestas con Peña que con Josefina, pero eso se explica fácilmente por el péndulo político. Pero no sé si sepan ustedes, la elección no se puede definir solamente por las propuestas, hay muchas más cosas en juego que la forma en la que los políticos te venden sus ideas.

Lo que varios veían como un sentimiento “mesiánico” era su manera de explicar el despertar político de muchos jóvenes. Calificativos como “pejezombies” o “amloquitos” describían algo que claramente no entendieron. No, hay que hacer una correlación de eventos para entender que la posibilidad de tener una posición política dura no es mutuamente excluyente con seguir a un partido político o un candidato. Para algunos, la alternancia política significa democracia. Y de nuevo, los calificativos que nos dimos unos a otros fueron parte del porqué de nuestra necedad.

Ustedes conocen los métodos del PRI, eso es algo de temer. Creo que ni los propios priístas podrían decir que la imposición mediática, la represión o la corrupción son buenas. Al menos no si tienen cierto estándar moral, hay que entender que no todos somos desgraciados. El problema es alimentar a ese incendio con gasolina. ¿Hay algún priísta que pueda meter las manos al fuego a favor de esos métodos sin desviar el foco moral de la pregunta?

No, nadie puede ver todas las variables de la elección. No, ninguno de nosotros tenía todas las respuestas. Nadie tenía toda la información. Malo es que hay ciertas conductas déspotas que se alinean más con ciertas corrientes ideológicas. Ni modo, aquí nos tocó vivir.

Al final, el despertar político de muchos de nosotros sigue presente, el truco es cambiar el significado de “aceptación” por algo más dinámico. No, las elecciones no definen el futuro de un país, definen solamente una ruta de acción – está en el pueblo observar y criticar a cualquier gobierno, ya sea impuesto o elegido libremente. Finalmente la palabra democracia no acota sus funciones a un día cada seis años.

May 18, 2012

Del 0 a “votaré por Peña Nieto”, ¿Qué tanto odias a México?

Es año electoral, a todos se nos pega el virus del politólogo de ocasión. Somos varios los que externamos nuestras opiniones políticas de manera visceral y son otros cuántos los que ejercen su derecho a mantener su voto secreto. Desde mi perspectiva, el hecho de no opinar al respecto deja de lado un poco el interés por hacer valer el proceso electoral, quizás no puedo calificar a ese acto como indiferencia política, pero sí flirtea mucho con la apatía. Pero ese no es el punto de esto. El punto de este post es expresar mi malestar con las elecciones para presidente de México.

Fue hace varias semanas que prometí escribir esto, nunca supe cómo empezar. Quise hacer una versión de este post basada en el código de ética del PRI. ¿Imaginan la descomunal cantidad de ironía que se podía desprender de ahí?. Decidí ser más natural. No ajustarme a alguna agenda lineal.

Los que me conocen, saben cuál es mi postura política. Sin embargo, este post no está enfocado en hacer quedar a mi candidato como un mesías, ni siquiera hablaré de él.

Así que del 0 a “votaré por Peña Nieto”, ¿Qué tanto odias a México?

Suponiendo que las encuestas dicen la verdad, Peña Nieto, al día de hoy, va vertiginosamente arriba en las encuestas. Lo cual choca con el evidente repudio que se le tiene en la comunidad universitaria. Claramente esa puntuación electoral no la saca de éste sector social, pero si las encuestas son ciertas, aparentemente ni necesita nuestros votos, lo cuál nos pone en una situación bastante incómoda. Pero si uno quisiera cambiar la perspectiva de la población de más bajos recursos para realmente cambiar el resultado de esas encuestas, uno debe salirse del Internet y hacerles llegar la información de manera directa.

Sí, tengo miedo de que Enrique Peña Nieto llegue al poder. La información llega muy fácilmente a nosotros, jóvenes, quienes estamos conectados en todo momento a las redes sociales. Varios universitarios hemos llegado a la misma conclusión política en torno a EPN y esa es la razón por la cual llevamos una opinión tan enfática al respecto (vayan o no vayan a marchas, apoyen o no apoyen a lo que ocurrió el la Ibero). Pero así como tengo miedo de que Peña Nieto sea presidente, tengo miedo de que no toda la juventud que está expuesta a información pertinente, no ha llegado a la misma conclusión.

No, ya cruzamos el horizonte de eventos para seguir diciendo que la razón por la cuál EPN va a la cabeza es porque está guapo. Eso ya no es pertinente (y ni está guapo). Las últimas razones por las cuáles he escuchado sobre el voto a favor del candidato priísta en éste sector social son un poco más fundamentadas (entre comillas), pero con un motor moral lúgubre.

La palabra clave es “estatus”. Este espectro abarca desde la capacidad para mantener un cierto nivel de vida, hasta el hacer parecer que se tiene una calidad de vida superior. Elaboremos.

Sin decir nombres, hay quienes he escuchado argumentar que los gobiernos priístas – en diferentes estados – han beneficiado de forma directa a ciertas empresas. Ojo, no estoy diciendo que haya habido corrupción, la administración gubernamental de ciertas localidades simplemente fue llevada de tal forma que hubo prosperidad en los negocios. Bien por el PRI.  En primera instancia, a un empleado de dichas empresas no le es necesario un cambio en la administración política. Si todo sigue su curso, el podrá mantener un nivel de vida estable. Su voto priísta es completamente justificable.

En el polar opuesto del espectro, está aquél inconsciente que toma cualquier oportunidad para hacer enaltecer su posición socioeconómica. “¿Para qué asociarse con un partido político que se preocupa más en los pobres? Yo no soy pobre, o sea.”

Esto último me recuerda mucho al argumento vacuo que se usa para apoyar al acto innegablemente cruel que es la tauromaquia. Dicen que “es arte”. Más que objetivamente creer que la tauromaquia es arte o de comprender lo que significa arte, esa aseveración, en mi entender, busca segregar al resto de la población sobre el entendimiento de un tema para mantener un estatus social. Y no hay leyes morales que puedan contrarrestar su postura, porque simplemente somos unos pobres mortales que no entendemos su pinche arte. No mamen.

Claro, en mi Facebook encontrarás puro mensaje político. Pero no soy ciego, las posiciones políticas se notan a leguas y las motivaciones también. Ustedes también hacen posts sobre sus opiniones, pero el patrón asociado a las motivaciones de algunos cuantos refleja una ignorancia terrible o un intento por hacerse ver más poderoso sobre los demás. (A veces me pongo paranoico y pienso que muchos no ejercen una opinión política porque votarán por EPN y les da pena admitirlo. La pregunta entonces es ¿Por qué les da pena?)

Al final, el espectro de estatus se enfrenta contra un dilema ético que responde a la pregunta “¿Qué es lo mejor para el país?” No esperaría que el empleado cambiara de opinión simplemente por un dilema moral, pero es un punto de partida.

¿Y qué es lo mejor para el país? Si seguimos la lógica de las encuestas y el reflejo de lo que representan, es la gran mayoría poblacional la que no está en condiciones económicas deseables. Ellos son los que conforman a la mayor parte del país. Si nosotros estamos tan bien, ¿por qué somos tan pobres moralmente como para negarles condiciones de vida razonables? Lo mejor para el país es levantarlo desde lo más bajo, no podemos levantarnos solamente unos cuantos. Algo que se nos olvida es que la línea que divide a las clases sociales cada vez es más delgada, y ¿quién sabe?, quizás el destino nos puede jugar una mala pasada y esa línea ya no esté ahí. (Una mala pasada como, digamos, tener como presidente a alguien que empobreció al Estado de México).

¿Qué es lo mejor para el país? Si algo ha surgido en estos últimos días, son los destellos del viejo PRI. Aquél que ordenó en 1968 a silenciar a miles de estudiantes. Lo dio a entender Coldwell, dirigente del PRI, después del incidente de Peña Nieto en la Ibero, las protestas no tienen lugar en la visión del PRI. La libertad de expresión no existe en un marco priísta. ¿Vale la pena regalar tu libertad de expresión a costa de no estar afiliado a un partido de pobres? ¿Vale la pena no poder volver a hablar fuertemente a costa de apoyar al mirrey original? Señor Coldwell, no puede ser tan cínico, si se busca gobernar un país, tiene que gobernar para TODO el país.

El papel que tiene Televisa es más que obvio, difícil no dedicarles todo un libro de verborrea sólida, pero fuera del obvio control mediático que tienen, la institución que parece oscurecer más al futuro del país es el IFE. El formato del debate deja mucho qué desear, incluso parecería que se busca proteger al candidato priísta. No era sorpresa que Peña Nieto solamente accediera a debates organizados por tal institución.  Pero el mencionar al IFE es exhortar a mi lector a no votar nulo. Yo, al menos, no confío en la institución (incluso conozco familias completas las cuáles apenas les llegó una notificación de que su credencial, tramitada a tiempo y conforme a los reglamentos estipulados por el IFE, no iba a ser útil para este proceso electoral). No podemos darnos el lujo de no votar o de votar nulo, uno nunca sabe qué pasará con nuestros votos.

Asi que, ¿qué tanto odias a México? Yo amo a mi país, por eso me la paso poniendo comentarios en Twitter o Facebook. La gran mayoría de mis mensajes busca ofrecer mi perspectiva con algo de sentido del humor, pero llega el momento en el que nos debemos poner serios. Si de algo estoy seguro es que mi amor por México es mayor al repudio que le tengo al PRI. Independientemente de nuestra opinión política, debemos ser congruentes en nuestras observaciones y no ser apáticos en este proceso. El país nos necesita más que nunca.

Este es el primer post de varios.

Yo soy 132.

Manuel Cervantes (@stabilimentum)