¿Hasta que momento un motivo se puede confundir con un capricho? El auto-análisis debería indicar el momento en el que la disposición trasgrede al entendimiento mismo. La necesidad nos otorgó visiones utópicas sobre la manifestación del cariño, pero el ciego manifiesto del amor correspondido nos dictó un camino empedrado de descuidos y malas apuestas.
El mismo costo-beneficio de una opción, que en su momento fue claro, se convierte en grisáceo. Millones de vertientes existen simultáneamente en el control de nuestro cálculo. Millones de versos cantan melodías de otros futuros comienzos, pero el pasado está demasiado cerca de nuestra memoria y no nos permite ver más allá de la proyección armónica de las consecuencias.
Nada está escrito, la poesía es producto de la insatisfacción. El humilde gesto de apego al martirio ha roto ya mil almas en ejercicios de serendipidia. El objeto del deseo pasa a ser una vaga idea de lo que alguna vez nuestros ojos tuvieron el privilegio de digerir. El miedo desplaza la curvatura de nuestra relación hacia un afelio, descartando la posibilidad de obtener alguna bondad.
Todo esto debilitado cada milésima de segundo y amortiguado por un péndulo de contricción.